Nadie habla de ellos, los últimos en el ranking. Nadie les pregunta lo que quieren al llegar a los torneos, porque básicamente a nadie les interesa en absoluto. Pero ellos lo ven todo y lo mastican callados mientras trabajan en solitario. Parecen no prestar atención a nada más que al tenis y a su propio camino, pero van escuchando todas las conversaciones, consejos y buscando sus oportunidades.
Hay al menos unos pocos por cada generación. Jugadores del que nunca se sabrá el motivo pero quedan relegados por no dar una gran sorpresa en un GS o no tener ese perfil del siguiente grande. Jugadores que cuyo crecimiento, nadie habría apostado un solo euro en ninguna casa de apuestas por su éxito en uno de los mayores M1000 del circuito. Hay uno por cada generación, como si el mundo del tenis necesitase de ese perfil para volver a sentirse lleno con el deporte. Alguien que no pertenezca a esa élite. Es por ello que la inclusión de Luca Nardi en Indian Wells sorprendió al propio jugador. No iba a ser su sitio en el mundo, no era su realidad. Enfrente tenía a Djokovic, uno de los jugadores más icónicos y que más han trascendido en este siglo para el tenis mundial. El propio Novak es el mayor ídolo del italiano, él mismo ha confesado tener una foto del serbio en la puerta de su habitación.
Luca Nardi, de Pesaro, con apenas 20 años desprende una humildad cuando se arriman los dos a la red en el sorteo de moneda, propia de tener cara a cara a tu inspiración, una sensación de miedo y a la vez de querer sacar a la luz a un niño interior que está viviendo el momento más importante de su vida. El tenis es quizás uno de los deportes más variopintos del mundo precisamente por esto, porque hay espacio para jugadores muy diferentes, en cuanto a historias y perfiles, como el de Luca Nardi y Djokovic. El ídolo, el monstruo que arrasa con todos los récords vistos y por hacer y Nardi, un joven que cayó de rebote en este Indian Wells y ha conseguido derrocar a un rey sagrado de este deporte.
Y es que pudo haber gritado, saltado y llorado por su inesperada hazaña, por el cómo y contra quien. Pero le agradezco a Luca como ha celebrado la victoria: incrédulo, tranquilo, como cuando sucede un milagro. Porque por esto amo el tenis, por sus milagros recurrentes.